NO A LA INFORMALIDAD
El diario electrónico EMOL
presenta un interesante análisis de Perú que, a pesar de sus problemas
políticos con una sucesión de presidentes, sigue en crecimiento. De hecho,
se ha visto como una amenaza para la economía chilena, al ser una alternativa
para inversionistas extranjeros.
La contrariedad política de
Perú tiene como contraparte: un Banco Central con autonomía del Gobierno de
turno, respeto a la institucionalidad y alta informalidad. Esto último
explica el por qué las reformas tributarias del vecino país no generan impacto,
ya que proporcionalmente afecta solo al 30% de los comerciantes. El resto es informal.
Nuestro país llama a la
formalidad constantemente, tentando a los comerciantes informales para que
ingresen al rebaño de los contribuyentes, a través de proyectos Sercotec
que, para premiarte con recursos, debes contar con iniciación de
actividades.
Por lo mismo, es importante
contar con la asesoría inicial de un profesional contable, para entender la
tributación de la empresa y sus obligaciones asociadas ya que, al cruzar la
línea roja de la formalidad, queda afecto a toda la densa normativa descrita en
códigos y leyes, y al sometimiento ante las entidades fiscalizadoras donde
el funcionario de nuestra nación, con contadas excepciones, es incorruptible.
Pero estos últimos años somos
testigos que, en nuestro país, se está arraigando la informalidad o no la
visualizábamos. Comenzando por el control
de inmigrantes que viven en nuestro país, ya que solo existe una Ley que
amenaza, pero no entrega herramientas de control efectivo. A su vez, por reportajes
nacionales nos enteramos de la construcción ilegal de viviendas en sectores
costeros, siendo el niño símbolo de esta semana Pichilemu, donde han
comenzado las demoliciones. A su vez, ya
hemos hablado del comercio ambulante ilegal, especialmente en Santiago, en
perjuicio del comercio establecido, y que a su vez es caldo de cultivo para
mafias y delincuentes.
Hace años, en la asignatura
“cultura y sociedad”, del programa de Licenciatura en Educación de la UPLA, aprendí
que el dicho “en el país de los ciegos, el tuerto es rey” estaba equivocado. A través de una fábula el autor del caso
explica que, si llegase un vidente a un pueblo de ciegos, el terminaría siendo
sometido, ajustando su comportamiento a las reglas, simplemente ganando las
costumbres por sobre el cambio, aun cuando sea beneficioso para la comunidad.
De allí la importancia de que
haya una limpieza a la informalidad, y se sancione a quienes vulneren las
leyes. La comunidad en general no debe confundir control con represión ya
que, si una ley no es acompañada de procesos de control es simplemente letra
muerta. Por su parte, el dejar de hacer, igualmente es un delito,
por el cual las autoridades pueden ser sumariadas, por abandono de funciones.
El Gobierno al respecto debería pregonar: “hasta que la formalidad se haga
costumbre”, porque la estamos perdiendo y sus consecuencias pueden ser lapidarias.