IMAGINEMOS UN TEATRO
La política es el arte de
convencer, seducir, debatir, actuar y tomar oportunidades, buscando el
reconocimiento para lograr y mantenerse en el poder. Un arte a veces ciego, producto de la
arrogancia y soberbia.
Imaginemos un teatro
gigantesco llamado Chile, en donde se entretiene a los asistentes, con
debates entre intelectuales y seudo intelectuales que repiten lo mismo que dice
el primero, invocando discursos obsoletos de todas las tendencias, levantando
el fervor popular y la intransigencia de los extremos, utilizando medios de
comunicación y audiovisuales distractivos de todo tipo como Tiktok, Instagram,
Twitter, Facebook; Pero tras bambalinas, el nivel de improvisación es
impresionante.
Imaginemos una farsa. Mientras
en el escenario y auditorio se muestra un servicio tecnológico de punta, que
solo consiste en un código QR, que ahorra digitación para ver el programa de la
obra, en la trastienda existe falta organización y tecnología para que esto
marche. La máxima expresión de
innovación es parchar lo inventado hace 15 años. Y el discurso de los jefes a los técnicos
podría ser: “para que estudiaste tanto en la universidad si no puedes
resolver este problema”, entregándole una corta pluma, a lo MacGyver, para que
arme toda una estructura.
Imaginemos funcionarios, unos
que hacen todo el esfuerzo para que esta rueda funcione, y otros
eternamente cansados, que no les interesa cumplir su labor esencial para
los asistentes al evento. Imaginemos otros
funcionarios ignorantes que no saben donde ubicarlos, pero que tienen
buenos padrinos y seria incomodo removerlos. Imaginemos ciudadanos que cumplen con
todas las leyes, pagando todas las entradas exigidas y soportando los
eternos cambios de las reglas del juego, e imaginemos otros que no cumplen
absolutamente nada y acomodan todo en su beneficio. La imaginación me lleva a un teatro donde es
tan fácil ingresar y violar la ley, con poca persecución y castigo, que propicia
el ingreso de delincuentes de otros teatros del barrio. Lo que un emprendedor diría, una oportunidad
de negocio.
Ahora imaginemos responsables,
¿responsables de qué? Imaginemos que existe una ley de pesca corrupta
desde el año 2012, y a 10 años todavía se estaría legislando para
“anularla”. Imagine que a Fonasa le
roben más de 8 mil millones de pesos, por la ausencia de control
informático. Imagine accidentes por efectos del alcohol y que no existan
controles preventivos. Imagine profesionales y jueces liberando
criminales por buena conducta, que después son nuevamente encarcelados por
cometer tres asesinatos. Imagine que las penas de cárcel tienen un
ofertón del 50% de descuento, siendo la sentencia una publicidad engañosa.
Antes que esto se haga realidad
(¿O ya lo es?) debemos exigir a la clase política que abandone el
espectáculo, estudien y entiendan los problemas para encontrar las soluciones. Presionemos
antes que la desilusión nos desmotive y terminemos aceptando, ser un ladrillo
más en la pared.